jueves, 9 de abril de 2020

Viernes Santo, 10 de abril

¡Familia, buenos días! ¡Pues ya ha llegado el fin de semana!


¡Hay que ver la cantidad de maneras de llamarse que tiene uno a lo largo de la vida! Ya lo comprobaréis por vosotros mismos cuando tengáis cierta edad.

De pequeño a mí me llamaban Carmelito o Carmelillo, y en muchas ocasiones Niño, ya que entonces era el menor de tres hermanos (siete años después, nació mi Elías). En mis años mozos para no confundirme con mi hermano Antonio, que era un año mayor que yo, los amigos me llamaban Melo, Mergar el Chico o, simplemente, Mergar.

Lo de Mergar, venía por el *mote o apodo que le dicen  a mi padre: ^"Mergarejo". Por este motivo, a mi madre le decían: Carmen la Mergareja (Donde quiera que se encuentre, cómo me gustaría que estuviera leyendo ahora por encima de mi hombro lo que escribo; sé que le encantaría.); así, que yo era el Mergarejillo. De Mergarejillo a Mergar solo había un paso.

 * Los motes o apodos servían para poder diferenciar a las personas, ya que casi todas tenían un nombre muy común en aquella época: Pepe, Antonio, Luis, Dolores, María, Carmen... ¡No, si mis padres se las traían cuando decidieron ponernos a tres de los hermanos: Eustaquio, Carmelo y Elías!

^ Su apellido, tanto como el mío, es Melgarejo; pero... como ya sabemos los problemas de pronunciación que tenemos los andaluces, hasta sus propios nietos, en vez de decirle abuelo, se refieren a él como:"Papa Mergarejo".

(¡Si es que no! ¡Me sale la vena de maestro hasta para contar una anécdota!)

Tendría yo unos diez años cuando averigüé, por sorpresa y de casualidad, que mi padre se llamaba de verdad Antonio, un día que vino el cura (Don Ángel) a casa para interesarse por su estado de salud, y le preguntó:"¿Qué tal, Antonio, cómo nos encontramos hoy?". Os estaréis preguntando, que al menos le habría  escuchado decir su nombre a mi madre. Pues no. ¿Sabéis cómo llamaba mi madre a mi padre? Pues le decía:"¡Oyes!". Así que os podéis imaginar la sorpresa tan grande que me llevé al enterarme del nombre de mi padre.

El apodo de Mergarejo, como tal, lo ha heredado mi hermano Eustaquio, aunque también sus hijos, que son mis sobrinos, Anto y Rubén, a los que algunos amigos les dicen Mergar. Pero si hoy alguien habla de Mergarejo, en singular, todos entendemos que se refrieren a mi Eustaquio. De todas formas, los que son de Gójar de toda la vida, nos conocen a los tres hermanos como los Mergarejos.

Más tarde, en mi etapa de estudiante, los profesores me llamaban: Señor Melgarejo. Cuando escuchabas: "¡Señor Melgarejo!, salga usted a la pizarra...", ¡me echaba a temblar!

Ya, en mi dilatada vida dedicado a la enseñanza, he recibido unos cuantos nombres más: Don Carmelo, Maestro, Profesor, Profe, Profe Carmelo... (Aquí en Gójar muchos alumnos os habéis empeñado en llamarme Carmelo y os tengo que estar corrigiendo continuamente, porque así, solo me llaman mis iguales; vosotros aún sois mis discípulos.)

También respondo a Papá, a Tito, a Cuñado, a Suegro... y, ahora, cuando Iria (la hija de mi hijo Víctor y Aroa) empiece a hablar: Abuelo. Y para terminar, como sabéis que me gusta la coña, firmo mis poemas (sí, de vez en cuando me gusta hacer mis pinitos en este campo) con el seudónimo de Carmelo Calderón de la Polla.

- ¡Pues sí que ha habido nombres para llamarte, profe!

- Pues sí. Y además de la historia, ahora conocéis también vosotros a parte de mi familia.

  Una cosa que me ha funcionado muchas veces, y que hace que te sientas distinto a los demás, es que cuando alguien desconocido me pregunta que cómo me llamo, yo siempre respondo:" Yo no me llamo, yo vengo solo". ¡Probadlo!, porque la gente se sorprende muchísimo con la respuesta, y ponen caras muy raras.


Hoy la cita literaria viene de la mano de nuestro buen amigo Machado; disfrutadla.


Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedose el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
Antonio Machado. Campos de Castilla.

Aunque todo el mundo crea que este es un poema para niños porque aparece repetida muchas veces la palabra niño; no lo es. Es un poema de reflexión; nos habla de los sueños y del paso del tiempo. Pero para explicaros esta maravilla, necesitaría varias horas. Así que lo dejo para cuando estemos en clase.



- 112, teléfono de emergencias, ¿dígame?
- ¡Mi esposa estaba cocinando y se cayó!
- Y, ¿cuál es la emergencia?
- ¿A qué hora quito las lentejas para que no se me peguen?
- ¡Déjelas, a ver si se matan.


¡A disfrutar del fin de semana!






No hay comentarios:

Publicar un comentario